CRÍTICA Teatro | Tiempo teatral
Carlos GIL
El tiempo, la poética, la marcada dramaturgia se corresponden con la idea teatral, aunque entre sus lenguajes de expresión prevalezcan durante algunos episodios los números circenses, siempre al servicio de una intrahistoria que en ocasiones sobresale, otras subyace y siempre viene apoyada por un recurso clásico de la estructura circense: las entradas de payasos para ayudar a los cambios de escenarios, pero en esta ocasión con una cuidada textura dramática, es decir con un texto poético que conduce, arropa, delimita y potencia todo lo que es puramente circo o espectáculo de variedades, que de todo hay en esta propuesta con una cuidadísima puesta en escena.
La niebla que evoca el título es una inspiración que se referencia en la concepción más que en la ejecución. Más en el texto que en las acciones, porque su estructura es muy de espectáculo sin aparente ligazón, aunque siempre existan constantes y unidad estética, pese a que la primera parte poco tenga que ver con la segunda que es cuando aparecen los momentos más brillantes, tanto por las dificultades de los números como por las músicas, las composiciones coreográficas o las atracciones puramente singulares. De la más depurada escuela de Québec, todos los artistas cumplen varias funciones, interpretan además de mostrar sus virtuosismos y tanto el espacio escénico, como la iluminación y todos los elementos concurrentes en el escenario le dotan de una calidad inusitada, de una remarcada excelencia que va atrapando poco a poco, como una niebla que llega hasta los huesos.